Paarrrlamennnto
Por Diego Arroyo
La escena empieza con un Plano General desde la costa hacia al lago con fondo de montañas: curvas quebradas como ondas electromagnéticas o de estadísticas: arena, piedra, agua, cielo. Un encuadre preciso, ajustado a líneas rígidas que no desvían la mirada hacia una persona en la playa. En el acorte el rostro de la hija deja espacio para que en el fondo irrumpa una mancha roja que el foco empieza a develar. Más curvas, oscilantes, de aquí para allá, forzando a abrir las paredes del encuadre para dejar paso a la sinuosidad de la madre. Piel, huesos, miembros… en esa aparición la escena se enciende. Prosigue con su intercambio de desencuentros entre esa madre y esa hija que están físicamente al lado pero con almas a años luz de distancia.
Las miradas escapan por los extremos del encuadre evitando toda forma de cercanía. La madre, con ese vestido de playa en la gama del rojo, apenas dejando escapar algo de hombros y cabellos sueltos, esbelta, soberbia, apasionada, temperamental, es el “esto es porque yo estoy”... La hija, cubierta por un abrigo en tonos azules. Cabello rígido, encogida, ensimismada, oculta, aplacada, está en la sintonía del “yo no estoy porque no soy”. Todas estas caracterizaciones están en la complejidad de la oposición del rojo y el azul. La escena goza (la disfrutamos los que la vemos), de un intercambio de polaridades que se mueven como una segunda imagen (un guiño, una celebración a la prestidigitación cinematográfica). Podrían ser padres e hijos, amantes lejanos, hermanos del círculo cromático pero siempre en eterna oposición: el cielo y la tierra, Venus y Marte, la nada y el ser… El rojo excita el metabolismo y el azul lo relaja. Los colores en esa escena hablan por sí mismos. La madre y la hija no hablan, apenas si intercambian palabras para rellenar el vasto espacio de la playa que sólo lo completa el viento y que colabora en tensionar aún más la imagen. Las dos mujeres (bien mujeres), apenas si acomodan sus planos medios en el cuadro y sin embargo la distancia se explicita en el escape continuo de las miradas.
Como si fuera poco, la oposición formal de cada uno de los “elementos” de la escena: piel, cabellos, ojos, cabezas, colores, arena, sol, cielo, palabras, telas… Están las palabras. Están las palabras que se dicen y las que no se dicen que son las que dan vueltas a lo largo de todo el cortometraje. En qué idioma hablan estas mujeres? Todo en ellas es oposición. La madre se pone los auriculares de su i-pod y sigue con su curso personal de italiano… “parlamento”, paarrrlamennnto”, se dice en italiano eso que apenas, lejanamente, entienden en español.
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